domingo, 17 de enero de 2010

VALLE CORCHUELO: Salvados por la campana


Ayer hemos monteado esta finca (Valle-Corchuelo), desconocida para mí hasta la fecha, que está situada entre fincones contrastados (La Murtigilla, Maijuanes, las Capellanías –esta última no lindera-,...). Con enormes barrancos de terrazas de monte y eucaliptos, se nos anunciaba como una montería sobre todo de venados en donde se nos autorizó (por petición expresa de la propiedad) a abatir ciervas.
Sorteamos y nos toca en un magnífico puesto (así nos anunciaron por la mañana) bastante descepcionante a nuestra llegada al sitio: lo que en el sorteo era un puesto precioso con enormes tiraderos, se transformó en una salida preciosa a través de un canalón sucísimo, dirección la Murtiguilla, con tiros desde 80 a más de 400 metros (según telémetro). Examinada la alambrada que teníamos a nuestras espaldas, constatamos que hacia la derecha estaba recién repuesta pero la parte de nuestra izquierda, después de una portada cuenta con un importante "portillo" tomadísimo por los guarros.
Al poco de ponernos en situación, los primeros arrollones; dos pelotas de ciervas y varetos (más de 30 entre las dos) que auguraban un buen día de venados, dieron paso a una mañana bastante gris (no sólo en lo meteorológico) a pesar de que no cesaron los tiros en todo el tiempo.
Serían las dos de la tarde cuando vemos asomar los primeros perros en el testero más alegado. Ladras salteadas nos daban idea de las carreras de las ciervas. Todo hasta que llegaron al barranco de delante nuestra .... un emocionante e ilusionante grito del perrero daba inicio a los acontecimientos: “venid para acá que los guarros están aquí”. Pocas veces la mirada cómplice de mi padre ha sido tan expresiva.
El jaleo de los perros iba creciendo hasta que, por la ladra constatamos que un guarro viene hacia arriba. A unos ochenta metros le corto un tiro en un clarito sin éxito que provoca el natural incremento en el ritmo de la huida del guarrete (por los anteriores apretones a los perros pensábamos que era mayor). Lo vemos de nuevo al saltar al carril y allí sí: un tiro algo trasero hace que ruede varios metros dando tiempo a que los perros le echen mano (lo remato a cuchillo y, al puesto otra vez).

No habían pasado ni quince minutos cuando otra ladra (ésta mucho más intensa) nos pone sobreaviso. Curiosamente los perros, evidentemente despistados, corrían barranco abajo cuando, unos metros más lejos que donde pasó el primero, en dirección opuesta, asoman al carril otros tres guarros juntos. Me voy con el más grande (a la postre una guarra de más de 100 kilos) y del primer tiro la dejo seca. Siguen los otros dos y, uno para cada uno, vaciamos los rifles en la alocada huída que emprendieron por los bancales. Mi padre se queda con el primero que hace ostensibles gestos de estar bien agarrado y el segundo me da una última oportunidad porque, desconcertado, no halla el portillo y choca de frente contra la alambrada aún así el tiro no llegó a ser mortal del todo (seguí el rastro más de 800 metros pero lo favorable del barranco que teníamos a la espalda impidió que lo localizase).
Al final cobramos por tanto tres guarros que nos salvaron (bien salvada) la mañana.

Antonio Robledo que estaba en nuestra misma armada triunfó igualmente y cuando pensaba que se venía "de bolo", a última hora (igual que nosotros) se abrochó otros dos guarros (uno de ellos enorme pero sin trofeo).

Espectacular la afición de Antonio Robledo “junior” que promete “tela”.
Enhorabuena y un abrazo a todos

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