lunes, 29 de noviembre de 2010

RECECHOS DE MUFLÓN

Nuestro amigo Miguel ha estado hace poco de rececho de muflón. Os paso una introducción al animal

Aún no me ha mandado las fotos pero nos imaginamos algo así:

O así


Un abrazo

TIRADA DE GANSOS


Don Alfonso nos brinda las fotos de su última aventura. Qué bonito!

Os pego una foto de mi niño para facilitar el cálculo de lo grandes que son los ánsares.

Un saludo

sábado, 27 de noviembre de 2010

ESLOVENIA: BIENVENIDOS AL PARAÍSO


La llegada de los mensajes de móvil, no venían sino a confirmar los buenos presagios que intuimos tras escuchar tres tiros que provenían de distintas direcciones. En mi primera ascensión, en un entorno absolutamente espectacular, mientras divisaba el primer grupo de rebecos (dos madres, una de ellas impresionante, con dos crías –kinder como decía mi guarda-), puedo leer que Quini ya ha "preparado" un corzo que, a la postre, resultó bastante bonito. Se trata de esos momentos en lo que, sin duda, uno se siente realmente afortunado.

Cuando en el verano del año pasado nos planteamos la posibilidad de afrontar esta aventura, ni por asomo, me podía imaginar lo que realmente nos íbamos a encontrar. Con nuestros socios de última hora, Marcos y Pepe (al final parecía que nos conocíamos de toda la vida), he vivido una de mis mejores experiencias cinegéticas. He tardado en escribir sobre los hechos el tiempo necesario para poder ordenar la avalancha de imágenes e ideas que acumulé estos días. Buscando algo de objetividad en esta serenidad, intentare transmitirlos lo más fielmente posible nuestra vivencia.

El viaje comodísino. Hasta Venecia en avión y desde allí al cazadero en coche, aunque llegamos bastante tarde, cumplió los horarios previstos y no deparó incidente alguno. En el hotel, que sin ser gran cosa reunía toda la comodidades y, lo más importante, estaba en pleno corazón del cazadero. Desde el primer momento Quini apuntaba maneras con el esloveno; la conversación con la señora que nos esperaba en nuestro alojamiento provocó la primera explosión de carcajadas entre nosotros (como si de un esquetch de televisión se tratase, nuestro “guía” se empeñaba en aclarar su español subiendo el tono de la exposición; ni que decir tiene que la señora que sólo hablaba esloveno no entendía absolutamente nada).

Bajamos rápidamente las maletas y ... a descansar porque ya nos anunciaban que nos recogían a las seis de la mañana del día siguiente. El reparto de los guardas fue absolutamente al azar salvo para Joaquín que se encargó de reiterar en todos los idiomas que no podía andar. Tuve la suerte de que me correspondió el que a la postre sería el mejor grupo (no era un guardas sino que se trataba de padre e hijo) ya que desde el primer momento, practicamos esta apasionante modalidad tal y como esperaba: con un enorme teleobjetivo localizábamos los animales a kilómetros de distancia, para después acometer interminables subidas en su busca. En ningún momento nuestra actividad se vio afectada por las inclemencias meteorológicas que se hacían presentes. Marcando las subidas por la duración de las mismas, insuflados por la enorme afición y armado de paciencia, fuimos acometiendo una tras otra tras los escurridizos rebecos con niebla, lluvia y viento.

Empequeñecido por el entorno me fui dando un día tras otro la mayor paliza física que recuerdo. Sólo esta bendita afición permitía mi persistencia sin dejarme decaer en desánimo. Hasta la tarde del segundo día no pude apretar el gatillo cuando falle un reto bastante aparente (todos me parecían buenos) que pudimos sorprender en plena cumbre pegado a una salina (puntos de sal colocados estratégicamente se acumulaban la presencia de los animales). Aquí constatamos lo generosa que puede ser la naturaleza (rodeados de Ibex, urogallos, corzos, muflones,...).

Mientras tanto, en un ambiente inmejorable, compartía con el resto del grupo en el desayuno y la cena nuestras particulares andanzas y la dispar suerte de cada uno: poco a poco todos iban cumpliendo el objetivo. Marcos se destacó el primero con dos preciosos ejemplares uno de ellos, según versión confirmada por el guarda, abatido a enorme distancia. Quini, que como decimos se estrenó el primero con un corzo, no paraba de ver animales aunque aguantaba a alguno mejor. Pepe se "abrochó" uno bueno en la primera salida.


El tercer día fue mi día, cambiamos de cazadero y tras más de una hora en coche nos paramos en una estación de esquí. El día empezó de forma increíble: bajándonos del coche vi un corzo al que no tire porque no era muy bueno; tras 15 minutos de ascensión, un enorme ladrido a menos de 20 m delataba otro corzo muy bueno según mis acompañantes (no pude hacerme con él pues ni siquiera tuve oportunidad de verlo). Ni 10 minutos después estaba haciendo la entrada a una pareja a la que tampoco pude abatir puestos que el macho se escurrió antes de ponerse a tiro. Tras una subida, mejor dicho escalada (por una pared con clavos y cables) llegamos a un entorno espectacular. Desde nuestro mirador divisamos varios grupos de animales y sobre todo un macho enorme a casi 400 m. La imposibilidad de acercarnos hizo que nos planteáramos seriamente disparar desde allí. La niebla lo impidió.

Comenzamos una entrada que presupuestó mi guía en unas dos horas. Una nueva enorme masa de niebla hizo que descansásemos (por mi parte, sueño profundo) durante al menos media hora. Con la primera clara intuimos un nuevo grupo en el que según me comentaba, iba una muy buena hembra en el viso de enfrente. Ahora, la estrategia era al contrario: esperar la niebla para, camuflados en ella, acercarnos a los animales.
En plena operación, una llamada del padre del guía (se había quedado apotado estratégicamente) nos apercibe de otro grupo en una vertiente distinta hacia la que nos dirigíamos. "Dicho y hecho", ahora a gran velocidad (la que nuestra forma física nos permitía) nos dirigimos hacia el otro lugar plenos de esperanzas de poder tener algún animal a tiro (no parábamos de ver rebecos pero ninguno a menos de 350 m). Ya en el sitio, confirmamos nuestra noticia al divisar un grupo de ocho ejemplares. No tengo idea de la distancia pero puedo asegurar que era enorme; tras reptar por la cresta de la piedra que nos servía de parapeto, y cuando pensaba que era el momento, empecé a disparar sobre el animal que me habían indicado. Los dos primeros tiros que no encontraron su objetivo sirvieron, paradójicamente, para acercar el grupo hacia nosotros.
Con la suspicacia de mis acompañantes y la presión de haber fallado el día anterior, por fin en el tercero de los disparos alcance en el pecho una enorme hembra de más de 90 puntos y 15 años de edad.

Por fin, trabajo terminado ... bueno nos quedaban tres horas de descenso.

El último día lo dediqué a descansar constatando la gran persona que es nuestro amigo Marcos, desconocido para mí hasta la fecha con el que disfrute magníficas conversaciones mientras Pepe y Quini remataban la faena.
Pepe, este último día, mató un "aparato" que resultó ser el mayor de todos los abatidos.
En definitiva un viaje inolvidable con una compañía inmejorable en un entorno indescriptible. Qué más se puede pedir...sólo un pero: nos faltaba Ramón; un guiño para él y te esperamos para la próxima.

Como no puede ser de otra manera dejó para el final lo que apuntaba al inicio; las conversaciones de nuestro amigo Quini con los guardas y el personal del hotel son situaciones que tardaremos en olvidar. A modo de ejemplo y aunque la calidad no es muy buena, os dejo un video ejemplificativo en el que don Joaquín, en un perfecto castellano se entendía o, al menos eso pretendía, con su guarda que le respondía en un correcto e ininteligible esloveno:

Caminare, caminare y un abrazo a todos

viernes, 19 de noviembre de 2010

LA MIMBRE 13 DE NOVIEMBRE 2010


¿POR QUÉ VAMOS DE MONTERÍA?
Esta es una pregunta que cada vez nos repetimos más (los precios, los “barrigazos”, la alternativa de los recechos,…) y , sin saber porqué, cada temporada acudimos con puntualidad al sonido de las caracolas. El motivo lo tengo bastante más claro desde el sábado pasado cuando, junto con mi padre, viví uno de mis días de campo más felices y completos.
El puesto puede ser el más bonito que he tenido en mi vida: barranco de la Mimbre en Upa, lindando con el mítico “Cerro Enmedio” con un costerón delante, otro detrás y dominio de los tiraderos de hasta tres puestos más arriba: ¡ESPECTACULAR!
Nada más sentarnos (mientras nos poníamos vimos escurrirse tres venados y dos ciervas) y entre un goteo incansable de tiros, aparece por nuestra espalda el primer venado. La distancia me hizo confundirlo con una cierva hasta que lo metí en el visor (“es un macho”). Tuve suerte de engancharlo en un jamón creo que en el cuarto tiro y facilitar que el vecino del número 6 nos lo rematase. No empezamos mal.

A la media hora (seguía el tiroteo circundante) confundidos por el ruido de un vareto en el corono de enfrente que nos había tenido entretenidos un rato, otro venado, cae en el tercer tiro de certero impacto en el codillo (diez puntitas y un poquito más aparente que el primero).

Casi sin tiempo para cargar, un poco más bajo pero a una distancia considerable, un guarro. El primer tiro lo derriba y lo hace rodar unos veinticinco metros y ya en el suelo lo rematamos con un segundo disparo. Resultó ser una guarra pero la boca no desentonaba:

La mañana se nos había pasado volando y los deberes hechos; con la percha que llevábamos los dábamos por satisfechos. Nos entraron los perros monteando de forma espectacular de derecha a izquierda por la costera de enfrente, salvando casi de milagro los lanchares de piedra que cortaban el cerro y nosotros disfrutando al ver cómo mordían las reses abatidas. De repente, a la altura del número 6, un inconfundible latido nos puso en alerta con la ilusión de que hubiese una res “aplastada”. Efectivamente, tras la algarabía inicial y un fuerte arrollón de monte: SU MAJESTAD EL MACARENO.
La voz del perrero, como suele ser habitual, fue bastante expresiva (“vaya peaso de guarro”). Según me contó después, nada más levantarse de la cama se sacudió dos veces antes de mirar con indiferencia a los cuarenta perros que había en la rehala.
Dio dos vueltas a una mata y despistó a toda la rehala; a continuación lo empezamos a seguir por el testero de enfrente. Larguísimo para disparar y en el tiradero del vecino, no se me ocurrió apretar el gatillo hasta que, viendo que el número 6 no tiraba, el aparato ponía rumbo a Navahonda sin pasar por nuestro puesto (la silueta con el rabo levantado son de las que no se olvidan). El impacto de la bala, seguramente alto, hizo que pegase un tornillazo y lo dirigiese como un resorte a nuestro puesto. Mientras cruzaba el regajo nos dio tiempo a prepararnos esperando su aparición en el cerro de enfrente. Dicho y hecho, en un pis pas el guarraco puso la proa dirección al Cerro Enmedio sin advertir si quiera nuestra presencia. A buen ritmo pero pareciendo no importarle el ruido de los perros que le seguían se puso a tiro. Como en los mejores lances taurinos, el temple (ese lo pone mi padre) y el dejarlo llegar a su sitio facilitan la faena, la bala hace el resto. Tras el estruendo (los frenos de boca me acabarán dejando sordo) la mole se desploma y rueda más de cincuenta metros hasta el regajo.
Los cuatro perros valientes que lo seguían se tiraron detrás y no dejaban de latir; no dudé en asomarme (le había visto en el visor blanquear las navajas y la ilusión podía conmigo). El espectáculo estaba servido: aculado en el agua algo aturdido por el porrazo (rodó como una pelota por el cortado hasta el agua) y con la pérdida de sangre, hacía lo posible por acumular fuerzas para hacer cara a los canes. Os dejo uno de los videos.

Al final, otro año más –ya van dos seguidos en UPA-, el mulo y “parrriba” (os ahorro la que pasé con el arriero para sacar de allí el guarro).

Si es satisfactorio un día como el que os cuento, qué puedo decir si además lo rematamos con un buen guarro y, sobre todo, con el mejor socio de montería que se puede imaginar: mi padre.


Un abrazo a todos

LOS GAMOS


Preciosa Montería celebrada el sábado 30 de Octubre en la Finca de “Los Gamos” en el término municipal de El Pedroso.
El día amaneció típico Otoñal, con un agua fina y calaera que nos acompañó durante la mayor parte de la jornada, pero que no impidió que Monteros, Perreros y demás, realizacen su trabajo de una forma tradicional como se viene realizando en esta finca.
Tras un buen desayuno y sorteo comenzaron a salir las primeras armadas para soltar a las 11,30.
Los tiros no cesaron en toda la mañana, apareciendo un plantel de 21 venados y ningún guarro, a pesar de tirarse varios, estamos a principios de temporada y a algunos monteros aun no han comprado la puntería.
El que os escribe, le toco en suerte el puesto numero 1 de la Armada del Jabalí, viendo varios varetos aunque sin tirar nada, si bien en el numero 2 mataron dos venados.
El almuerzo de celebró en una nave dispuesta a tal efecto donde la ventilación era estupenda así como las vistas a la fina.

A destacar, los dos venados cobrados por Miguel Angel Ruda, otro por el presidente, Javier Criado y varios de bonito porte, que hicieron que pasasemos un día bueno, en compañía de amigos y familiares de la zona.

Joaquin Garrido.