
Tal y como comenté hace unos días, “el año está de guarros grandes”. Por fin puedo transmitiros una de estas alegrías, hablando en primera persona. Por fin, al llegar a la res muerta, no me llevo la desilusión de encontrar que es una cochina o un machete sin desarrollo ninguno (hablando a efectos de trofeo). Me ocurrió en Los Morenos donde cobré una buena guarra, me pasó lo mismo con Quini en la Sierra de Azuaga (excepcional montería de la que tengo pendiente la crónica) en la que maté un macho que ya pude valorar por el visor sabiendo que no mataba nada extraordinario y me pasó en la Chirivía (allí, al contrario, el porte de la guarra, la moña, el pelo cano y los aires eran de macareno importante).
La suerte, siempre presente, ha querido que la sorpresa del fin de semana me llegara en el mejor escenario (el Barranco La Cruz de UPA) y digo mejor escenario no solo por la belleza del entorno (sólo el que ha estado allí sabe de lo que estoy hablando) sino como paradigma de lo salvaje y lo real (entiéndase en términos cinegéticos).
No llevábamos ni media hora en el puesto cuando, como una locomotora, aparece el guarro en el viso volcando hacia la umbría que teníamos delante. El bulto así como la vehemencia con la que arrollaba el monte nos hacía presagiar que se trataba de un “buen guarro”. A pesar de que rápidamente pude meterlo en la cruz de mi visor, no hice ademán de tirarlo por consejo de mi padre que disfrutaba conmigo el momento (“allí no se tira, hay que dejar las reses cumplir”).
Entra en el puesto de Luis Miguel Báez que teníamos a la izquierda que repite hasta tres tiros. Después, el silencio (esos momentos que parecen eternos sin escuchar nada más allá de nuestro pulso). La fuerza de dos perros de Salinas que traían el rastro le dan un nuevo empujón y se nos pone a distancia. Después de los dos tiros cae al regajo y, al sentirlo con los perros, corro a rematarlo. Lástima que no reaccionara e hiciese una foto de lo que me encontré para ilustrar la crónica: sentado con la boca abierta esperaba a los perros que no eran capaces más que de ladrar a distancia prudente. Un último tiro y…. al burro.

Es de reseñar el señorío de Luis Miguel que, aunque tenía serias dudas de haber tocado al cochino, al no dar con la sangre, no dudó en renunciar a la reclamación sobre la titularidad del mismo.
Como digo en el encabezamiento…… ya me tocaba.
Un abrazo y feliz navidad a todos
La suerte, siempre presente, ha querido que la sorpresa del fin de semana me llegara en el mejor escenario (el Barranco La Cruz de UPA) y digo mejor escenario no solo por la belleza del entorno (sólo el que ha estado allí sabe de lo que estoy hablando) sino como paradigma de lo salvaje y lo real (entiéndase en términos cinegéticos).
No llevábamos ni media hora en el puesto cuando, como una locomotora, aparece el guarro en el viso volcando hacia la umbría que teníamos delante. El bulto así como la vehemencia con la que arrollaba el monte nos hacía presagiar que se trataba de un “buen guarro”. A pesar de que rápidamente pude meterlo en la cruz de mi visor, no hice ademán de tirarlo por consejo de mi padre que disfrutaba conmigo el momento (“allí no se tira, hay que dejar las reses cumplir”).
Entra en el puesto de Luis Miguel Báez que teníamos a la izquierda que repite hasta tres tiros. Después, el silencio (esos momentos que parecen eternos sin escuchar nada más allá de nuestro pulso). La fuerza de dos perros de Salinas que traían el rastro le dan un nuevo empujón y se nos pone a distancia. Después de los dos tiros cae al regajo y, al sentirlo con los perros, corro a rematarlo. Lástima que no reaccionara e hiciese una foto de lo que me encontré para ilustrar la crónica: sentado con la boca abierta esperaba a los perros que no eran capaces más que de ladrar a distancia prudente. Un último tiro y…. al burro.

Es de reseñar el señorío de Luis Miguel que, aunque tenía serias dudas de haber tocado al cochino, al no dar con la sangre, no dudó en renunciar a la reclamación sobre la titularidad del mismo.
Como digo en el encabezamiento…… ya me tocaba.
Un abrazo y feliz navidad a todos
1 comentario:
preciosa crónica Javier, como siempre nos haces sentir como si estuviesemos en el puesto, lastima que no estuviese allí para disfrutarlo contigo.Me alegro muchísimo. a ver cuando me toca a mi, sabes que es mi asignatura pediente. Un abrazo
Quini
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