sábado, 27 de noviembre de 2010

ESLOVENIA: BIENVENIDOS AL PARAÍSO


La llegada de los mensajes de móvil, no venían sino a confirmar los buenos presagios que intuimos tras escuchar tres tiros que provenían de distintas direcciones. En mi primera ascensión, en un entorno absolutamente espectacular, mientras divisaba el primer grupo de rebecos (dos madres, una de ellas impresionante, con dos crías –kinder como decía mi guarda-), puedo leer que Quini ya ha "preparado" un corzo que, a la postre, resultó bastante bonito. Se trata de esos momentos en lo que, sin duda, uno se siente realmente afortunado.

Cuando en el verano del año pasado nos planteamos la posibilidad de afrontar esta aventura, ni por asomo, me podía imaginar lo que realmente nos íbamos a encontrar. Con nuestros socios de última hora, Marcos y Pepe (al final parecía que nos conocíamos de toda la vida), he vivido una de mis mejores experiencias cinegéticas. He tardado en escribir sobre los hechos el tiempo necesario para poder ordenar la avalancha de imágenes e ideas que acumulé estos días. Buscando algo de objetividad en esta serenidad, intentare transmitirlos lo más fielmente posible nuestra vivencia.

El viaje comodísino. Hasta Venecia en avión y desde allí al cazadero en coche, aunque llegamos bastante tarde, cumplió los horarios previstos y no deparó incidente alguno. En el hotel, que sin ser gran cosa reunía toda la comodidades y, lo más importante, estaba en pleno corazón del cazadero. Desde el primer momento Quini apuntaba maneras con el esloveno; la conversación con la señora que nos esperaba en nuestro alojamiento provocó la primera explosión de carcajadas entre nosotros (como si de un esquetch de televisión se tratase, nuestro “guía” se empeñaba en aclarar su español subiendo el tono de la exposición; ni que decir tiene que la señora que sólo hablaba esloveno no entendía absolutamente nada).

Bajamos rápidamente las maletas y ... a descansar porque ya nos anunciaban que nos recogían a las seis de la mañana del día siguiente. El reparto de los guardas fue absolutamente al azar salvo para Joaquín que se encargó de reiterar en todos los idiomas que no podía andar. Tuve la suerte de que me correspondió el que a la postre sería el mejor grupo (no era un guardas sino que se trataba de padre e hijo) ya que desde el primer momento, practicamos esta apasionante modalidad tal y como esperaba: con un enorme teleobjetivo localizábamos los animales a kilómetros de distancia, para después acometer interminables subidas en su busca. En ningún momento nuestra actividad se vio afectada por las inclemencias meteorológicas que se hacían presentes. Marcando las subidas por la duración de las mismas, insuflados por la enorme afición y armado de paciencia, fuimos acometiendo una tras otra tras los escurridizos rebecos con niebla, lluvia y viento.

Empequeñecido por el entorno me fui dando un día tras otro la mayor paliza física que recuerdo. Sólo esta bendita afición permitía mi persistencia sin dejarme decaer en desánimo. Hasta la tarde del segundo día no pude apretar el gatillo cuando falle un reto bastante aparente (todos me parecían buenos) que pudimos sorprender en plena cumbre pegado a una salina (puntos de sal colocados estratégicamente se acumulaban la presencia de los animales). Aquí constatamos lo generosa que puede ser la naturaleza (rodeados de Ibex, urogallos, corzos, muflones,...).

Mientras tanto, en un ambiente inmejorable, compartía con el resto del grupo en el desayuno y la cena nuestras particulares andanzas y la dispar suerte de cada uno: poco a poco todos iban cumpliendo el objetivo. Marcos se destacó el primero con dos preciosos ejemplares uno de ellos, según versión confirmada por el guarda, abatido a enorme distancia. Quini, que como decimos se estrenó el primero con un corzo, no paraba de ver animales aunque aguantaba a alguno mejor. Pepe se "abrochó" uno bueno en la primera salida.


El tercer día fue mi día, cambiamos de cazadero y tras más de una hora en coche nos paramos en una estación de esquí. El día empezó de forma increíble: bajándonos del coche vi un corzo al que no tire porque no era muy bueno; tras 15 minutos de ascensión, un enorme ladrido a menos de 20 m delataba otro corzo muy bueno según mis acompañantes (no pude hacerme con él pues ni siquiera tuve oportunidad de verlo). Ni 10 minutos después estaba haciendo la entrada a una pareja a la que tampoco pude abatir puestos que el macho se escurrió antes de ponerse a tiro. Tras una subida, mejor dicho escalada (por una pared con clavos y cables) llegamos a un entorno espectacular. Desde nuestro mirador divisamos varios grupos de animales y sobre todo un macho enorme a casi 400 m. La imposibilidad de acercarnos hizo que nos planteáramos seriamente disparar desde allí. La niebla lo impidió.

Comenzamos una entrada que presupuestó mi guía en unas dos horas. Una nueva enorme masa de niebla hizo que descansásemos (por mi parte, sueño profundo) durante al menos media hora. Con la primera clara intuimos un nuevo grupo en el que según me comentaba, iba una muy buena hembra en el viso de enfrente. Ahora, la estrategia era al contrario: esperar la niebla para, camuflados en ella, acercarnos a los animales.
En plena operación, una llamada del padre del guía (se había quedado apotado estratégicamente) nos apercibe de otro grupo en una vertiente distinta hacia la que nos dirigíamos. "Dicho y hecho", ahora a gran velocidad (la que nuestra forma física nos permitía) nos dirigimos hacia el otro lugar plenos de esperanzas de poder tener algún animal a tiro (no parábamos de ver rebecos pero ninguno a menos de 350 m). Ya en el sitio, confirmamos nuestra noticia al divisar un grupo de ocho ejemplares. No tengo idea de la distancia pero puedo asegurar que era enorme; tras reptar por la cresta de la piedra que nos servía de parapeto, y cuando pensaba que era el momento, empecé a disparar sobre el animal que me habían indicado. Los dos primeros tiros que no encontraron su objetivo sirvieron, paradójicamente, para acercar el grupo hacia nosotros.
Con la suspicacia de mis acompañantes y la presión de haber fallado el día anterior, por fin en el tercero de los disparos alcance en el pecho una enorme hembra de más de 90 puntos y 15 años de edad.

Por fin, trabajo terminado ... bueno nos quedaban tres horas de descenso.

El último día lo dediqué a descansar constatando la gran persona que es nuestro amigo Marcos, desconocido para mí hasta la fecha con el que disfrute magníficas conversaciones mientras Pepe y Quini remataban la faena.
Pepe, este último día, mató un "aparato" que resultó ser el mayor de todos los abatidos.
En definitiva un viaje inolvidable con una compañía inmejorable en un entorno indescriptible. Qué más se puede pedir...sólo un pero: nos faltaba Ramón; un guiño para él y te esperamos para la próxima.

Como no puede ser de otra manera dejó para el final lo que apuntaba al inicio; las conversaciones de nuestro amigo Quini con los guardas y el personal del hotel son situaciones que tardaremos en olvidar. A modo de ejemplo y aunque la calidad no es muy buena, os dejo un video ejemplificativo en el que don Joaquín, en un perfecto castellano se entendía o, al menos eso pretendía, con su guarda que le respondía en un correcto e ininteligible esloveno:

Caminare, caminare y un abrazo a todos

1 comentario:

ALFONSO dijo...

quiyo
Alucinante , que bonito .enhorabuena por la caza y por los cazadores . Que adaptacion al medio , al paisaje y al idioma , por cierto .Impresionante dominio verbogesticular del
"hispanoeslovenitaliani ", bárbaro,
; los oyentes , superpendientes de la conversación , callados y sin mover ni un dedo . vamos todo un ejemplo de la serenidad y el saber estar español. Como siempre estoy de broma , un abrazo a todos y felicidades.